Monday, February 16, 2009

TEMPLO

Después de varios meses paralizado tras no conseguir reestablecer mi contraseña- si, ya se que soy un inútil cibernético - retomo mi blog para regocijo de todos vosotros, fans sedientos, privados de mi prosa grácil y precisa durante tanto tiempo. A pesar de mi ausencia, el blog seguía ahí cuando volví, (espero que vosotros también) tal vez un poco más polvoriento, pero fiel y leal a mí, esperando en la oscuridad de unos y ceros al momento oportuno en que lo iluminara de nuevo, en que lo sacara de ese letargo digital. Y el asunto es que mi vuelta al blog coincide con un retorno geográfico, pues ayer por la noche volví de un suculento y clarividente viaje a La France, un viaje iniciático, una peregrinación si se quiere, pero no para adorar a un dios o a un santo, sino simplemente a un hombre, para empaparme de su sabiduría, de su conciencia cósmica y sobre todo, cómica. Ese hombre es Carlos Edmundo de Ory y su templo se encuentra en Thezy Glimont, a una hora escasa al norte de Paris. Thezy es un pueblo de dos calles, en una de las cuales se encuentra una casa de tres plantas con techos inclinados de pizarra y un jardín con un estanque helado, poblado en verano por ranas y en invierno por patos que graznan escandalosamente, como si se rebelaran en su condición de patos. La casa de Thezy es un templo donde no hay imágenes de Santos o Vírgenes, pero si otra iconografía, (desde luego más laica, y por lo tanto más fascinante), compuesta por totems mágicos como máscaras, figuras orientales, muñecos, cajas de música, cuadros y soldaditos de plomo. Cada esquina susurra una historia al oido del visitante-seglar. El Gurú por supuesto es Carlos E De Ory y su Suma sacerdotisa Laura Lacheroy, su mujer. En este templo no se castiga el pecado, sino que se celebra con una risa mojada de vino. En este templo la culpa se sustituye por el amor, que es lo mismo que la amistad, conviene recordar. Los salmos se convierten en chistes. El dolor y el arrepentimiento se transforman, una vez más por arte de magia, en libros que abrigan cada rincón. Por supuesto se comulga, pero el pan y el vino se acompañan en este caso con queso camembert y paté, acaso con aceitunas y altramuces. La frialdad propia de los muros de las iglesias se torna en calor físico y en calor humano, el que proporcionan Carlos y Laura con su generosa hospitalidad, con su familiaridad natural y espontanea, desprovista de artificios. La única similitud exacta con las otras iglesias es que cuando uno se marcha de la casa de Thezy, desde luego puede marcharse en paz.