Los ojos y la boca de Oumar Diallo, grandes y de un color blanco intenso, contrastan con su tez oscura. Su cara transmite bondad y un gesto de relajación, incluso de felicidad, pero de esa felicidad consciente de saber lo que es el sufrimiento. Es alto y viste elegante, con una camisa de rayas y un pantalón color crema.
Oumar llegó de Senegal hace ocho años. En Dakar trabajaba con su padre vendiendo baratijas y su primer destino en España fue Madrid, pero no se acostumbró al ritmo de la capital y en una Feria de Abril, conoció Sevilla. Se dedicó a la venta ambulante en Triana hasta que un día el destino quiso que conociera a María. María era rubia, vitalista y poseía una sonrisa sincera. Se veían todos los días porque María trabajaba en una tienda cercana e intercambiaban miradas de curiosidad. Oumar decidió que esa sevillana sería la mujer de su vida y María decidió que ese sengalés de blancos dientes sería el hombre de su vida.
Oumar parecía haberse integrado en España, pero no se frenó ahí. Pensó que tal vez tuviera que estudiar por dos motivos; para conseguir mejores trabajos y lo más importante, para mejorar su autoestima. Se informó y cursó la matricula para entrar en el Instituto de Adultos de Triana. A día de hoy sólo le quedan dos asignaturas para terminar el bachillerato. Confiesa que las matemáticas se le han atravesado y que le cuesta compaginar su familia, el puesto ambulante que mantiene y los estudios, pero no deja de esforzarse y sobre todo, de sonreir. Cuando le pregunto por el racismo en España reconoce que existe, pero que él no lo ha vivido en su persona. Luego crítica a los dirigentes políticos que utilizan la inmigración con fines electoralistas. No lo menciona expresamente, pero se que esta hablando de Rajoy y más tarde, fuera de cámara, me lo confirma. Claro que al infame de Rajoy no le importan las personas y las historias, sino los números y los votos. María añade que sólo se difunde el tópico del musulman que pega a su mujer y nunca historias como la suya.
Hace un año y medio Oumar dió otro paso hacia la felicidad y, fruto de la fusión senegalesa-sevillana, nació la otra mujer de su vida, Salima. Salima se parece más a Oumar que a María, es mulata, tiene el pelo muy rizado y unos ojos preciosos que miran a todas partes con ganas de descubrir. Algo muy parecido a la armonía se puede adivinar en esta familia del siglo XXI que tantos ignorantes siguen rechazando.
Sin duda alguna este ha sido el reportaje del que me siento más orgulloso y es que a veces los cuentos con final feliz existen. La vida me esta contando historias apasionantes y lo que es mejor, reales.
1 comment:
Gracias por compartir estas experiencias unicas con nosotros. Me recuerda cuando estuve impartiendo los talleres de interculturalidad para Derechos Humanos, aprendi muchisimo de los inmigrantes que llevé a los institutos y me hizo sentir muy contento del efecto de mi trabajo. Que envidia, Pau!! Sigue asi, bro!
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