Tan sólo dos días antes de su muerte
Hizo su último lavado en frío,
Era una carga de ropa desordenada,
Toda blanca o tal vez amarillenta,
Amontonada.
Ella hizo su trabajo sin rechistar
E incluso soltó cargas de agua
Como no soltaba años atrás.
Pero ahora era una vieja lavadora descompensada,
Vacía y seca, oxidada hasta su tuétano de metal,
Olvidada entre bloques de chatarra
Retorcida, aparentemente inerte
Aparentemente calma.
La vieja lavadora de metal
Se reconcomía en lo más profundo de su tambor, pensando
En el alegra día en que completó su esquema
En la cadena de montaje.
Y recordaba el olor a plástico y a cartón,
Al ser empaquetada.
Ahora su función no era la de lavar –reflexionaba-
Sino la de ensuciar el paisaje, menuda contrariedad.
Rodeada de vulgares neumáticos y grasas y astillas.
Condenada
A mirar el horizonte de basura, por siempre.
Y todo por estar descompensada, el peor diagnóstico
Que te puede dar el hombre de azul
El pasaporte directo al cementerio.
“Nunca me lo imaginé así”
Dijo al llegar.
Lo que más le costaba soportar era cuando las ratas
Se paseaban por sus entrañas
Tal vez incluso mordisqueando indiscriminadamente
Sus pocos cables intactos.
Algunas noches se quedaban
A dormir en el tambor.
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14 years ago
1 comment:
Uauuu, vaya oda al electrodoméstico inservible. Me recuerda, aunque en verso, a tantas veces que se ha escrito sobre la maquina vieja, aparentemente inservible, pero aun valiosa (servir y valer son cosas tan diferentes....).
Me gusta!
Pd: Se te ha colado una errata "alegra".
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